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Un mundo mejor es inconcebible si la igualdad también lo es

Anoche, después de platicar —no tanto por gusto como por la fuerza de las circunstancias— con un historiador del estado, entendí que el motivo principal por el cual es imposible para muchos pensar en, y actuar para buscar, un mundo mejor, es que les parece inaceptable creer que todos somos iguales o que todos tenemos el mismo potencial intelectual.

Su argumento final contra mis ideas comunistas-anarquistas sobre un futuro de la humanidad que carecerá de estado, fue que el estado era necesario para organizar específicamente a esos miembros de la humanidad que a pesar de vivir en el mundo materialmente ilimitado para su intelecto, serán necesariamente perezosos e indolentes y rehuirán de las actividades intelectuales, porque simplemente no todos tienen la potencia de desarrollarse intelectualmente con profundidad.

En otras palabras: para él, y para muchos otros, es inconcebible creer que cualquier otra persona podría lograr lo mismo que ellos en las circunstancias adecuadas. Esto me hace pensar que este rechazo a «igualarse» es parte del núcleo de todas esas ideologías que rechazan que el mundo pueda desarrollarse sin observar las diferencias indisolubles, como el nazismo. Göring mismo, quizá el segundo hombre más poderoso de la Alemania Nazi, dijo que su objetivo no fue acabar con los judíos, sino con los comunistas, ya que le era inaceptable aceptar que un hijo de campesino ruso tuviera el mismo potencial intelectual que él, un hijo de alemán con una historia superior a la del otro.

«Odio a los comunistas amargamente porque odio el sistema. La ilusión de que todos los hombres son iguales es ridícula. Siento que soy superior a la mayoría de los rusos, no solo porque soy alemán, sino porque mi origen cultural y familiar es superior. Qué irónico es que los toscos campesinos rusos que visten ahora uniformes de generales me juzguen. Por muy educado que sea un ruso, sigue siendo un asiático bárbaro. En segundo lugar, los generales rusos y el gobierno ruso planearon una guerra contra Alemania porque representamos una amenaza para ellos ideológicamente. En el estado alemán, yo era el principal oponente del comunismo. Admito libre y orgullosamente que fui yo quien creó los primeros campos de concentración para meter en ellos comunistas»

—Hermann Göring, 28 de mayo de 1946, en The Nuremberg Interviews, Leon Goldensohn.

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